viernes, 6 de abril de 2007

¿Cuál es el límite de lo aceptable?

Quiero vivir y dejar vivir. Eso está claro. Nadie quiere que su libertad se vea coartada. Nadie disfruta sufrir, aunque muchas veces inconscientemente escogemos sufrir porque es la única manera que conocemos de vivir. No es que nos hayan enseñado a aceptar a ojos cerrados el comportamiento de los demás y menos de aquellos que se encuentran dentro del perímetro de los “cercanos”. El problema subyace en que asumimos que el otro piensa más o menos similar a uno, aunque no lo diga porque es la única realidad que creemos posible.

Incluso, cuando este otro no manifiesta abiertamente un pensamiento o emoción frente a un hecho que nos interesa, “creemos” que su actitud refleja una cierta manera de sentir que nos hace querer seguir indagando y continuar con en esa relación.

Y, cuando este otro expresa verbalmente un sentimiento que no nos parece respetable, creemos que no está diciendo la totalidad de aquella emoción, ya sea por timidez, orgullo, soledad, temor o porque se está dejando llevar por la ira que se generó en ese momento. Queremos creer lo que calza con nuestros valores y proyecciones porque reconocer que ese otro no comparte nuestra base valórica significa tener que apartarlo de nuestro lado.

Es difícil aceptar que ese otro que creímos conocer y cuyas cualidades nos hicieron caer en un estado de enamoramiento no existe como tal, sino como una ilusión.

Desde el momento en que nos damos cuenta que no conocíamos a quien creímos querer se torna imperativo replantear la relación, lo que algunas veces implica romper la incondicionalidad hacia lo idealizado. A partir de este instante, cada uno oye lo que efectivamente sale de la boca del querido y cree en sus palabras, tal como un artista pinta sobre un lienzo blanco y genera una realidad que, a veces, conmueve.

De este modo, cada uno sabe diferenciar cuándo un determinado momento genera discusiones que hacen hablar desde el estómago y, también c/u sabe reconocer cuándo el otro está siendo honesto y ha dicho la totalidad de su sentir, incluso al callar. Recién ahora se genera la relación de aprendizaje mutuo, ya que se acepta que ese otro puede efrecerte una nueva manera de vivir y querer vivir. Recièn entonces es imperativo estudiar qué valores y/o proyectos no son tranzables. De lo contrario, vivirás con él hasta que su cuerpo te abandone.

No hay comentarios: